viernes, 5 de abril de 2013

LOS PECADOS QUE ENGENDRA LA MÚSICA






 La música engendra pecados. Se origina en la intimidad del creador.  Y es pecaminosa, ya lo escribí y lo repito.

La música es municipal y es del barrio. En los tiempos que corren la música se pare en una computadora o en un complejo equipo electrónico pero en la intimidad de ambos artilugios casi mágicos.

Así como no existe amor sin secretos,  puedo aseverar que no  hay música sin amor.

Seguro que estas características son responsables de que yo haya demorado décadas en conocer que Gustavo Sánchez Galarraga, -poeta cubano olvidado hasta en la barriada de El Cerro, en la Habana, donde nació- es el creador de cincuenta de las más bellas composiciones del patrimonio musical cubano.



Era muy buen poeta. Su poesía era tan musical que contagiaba a los músicos de  pentagrama.



La buena música colecciona recuerdos. Los trovadores iniciales, aquellos de a pie, pobres mendigos pueblerinos, narraban cuentos, creaban la historia  para alimentar el vacío de los habitantes grises,  moradores de ciudades sin pasado.



La soberbia del poder admira la música mojigata.



La música que daña ángeles sufre mucho antes de ser aceptada para la poltrona de las seis de la tarde.



Gustavo Sánchez Galarraga era tan de pueblo que era sospechoso. Todavía hoy es sospechoso.



Los tristes del mundo han escuchado alguna vez la historia que dice:



 EN EL TRONCO DE UN ÁRBOL, UNA NIÑA



GRABÓ SU NOMBRE ENCHIDA DE PLACER



Y EL ÁRBOL,  CONMOVIDO ALLÁ EN SU SENO



A LA NIÑA UNA FLOR DEJÓ CAER



 Ya escribí que Sánchez Galarraga nació, se crió y murió en el barrio de El Cerro, en la Habana. Era rico. No se esforzó para conseguir su fortuna. Mucho menos para conservarla. La miseria le rodeaba por todas partes pero jamás entró a su alcoba.



Heredero de mucha suerte dedicó su vida al estudio, la poesía, el amor y la bohemia. Para Gustavo lo material siempre estuvo al servicio de lo espiritual.



Durante toda su vida, cada día, trajo a su mesa a dos comensales pobres. Compartían con la familia Sánchez Galarraga la abundancia de alimentos y el ambiente culto del poeta. En la cocina de la quinta preparaban comida, todos los días para los necesitados del barrio.



Muchos se aprovecharon de este hombre bueno y desinteresado. Depredadores saquearon su fortuna, le chuparon hasta la sangre. Estoy seguro que lo hacían en agradecimiento a sus favores.



El fue enriqueciendo su alma con versos divinos y perversos, fue condenando su alma con los pecados de sus canciones.



Esta que nos ocupa se llama  ¿Y TÚ QUÉ HAS HECHO?,  pero el mundo entero la conoce como EN EL TRONCO DE UN ÁRBOL.



 Me cuentan que escribió los versos de un tirón. Como Galarraga era un poeta maldito y un hombre de fuego la creación se manifestaba en él con la celeridad del rayo y con su luminosidad.



Escribió los versos como recuerdo de una novia perdida; los escribió como homenaje a la hermosa mujer que le cautivaba su presente; los escribió sufriendo la nostalgia del futuro.



La madre de Néstor Baguer conservó los versos. Luego Eusebio Fermín creó la música.



Desde entonces ningún solitario ha escapado a la influencia de esta triste canción



 YO SOY EL ÁRBOL, CONMOVIDO Y TRISTE



TÚ ERES LA NIÑA QUE MI TRONCO HIRIÓ



YO GUARDO SIEMPRE TU QUERIDO NOMBRE



¿Y TÚ, QUÉ HAS HECHO DE MI POBRE FLOR?



 Casi desconocido o más desconocido que el poeta de El Cerro,  es Eusebio Fermín  músico de sonoridades angelicales, dolorosas, evocativas.



De este dueto es también esa joya que dice



 CONTEMPLA LA HERIDA, PERO NO LA TOQUES



CON TU MANO BLANCA, CUAL LIRIO DE ABRIL.



MIRA QUE HAY HERIDAS QUE CIERRAN EN FALSO



Y SI ALGUIEN LAS TOCA SE VUELVEN A ABRIR



 Otros cuentan que fue Graciano Gómez el creador de la música de  EN FALSO, con versos de Gustavo. Me da igual, es otro ilustre desconocido.



Todos hemos tenido una herida de amor que se ha cerrado en falso. Seguimos amando y traicionando como hace dos mil años.



Cuentan que el gran maestro Mexicano Agustín Lara terminaba sus noches de bohemia alucinante, junto a sus íntimos, cantando EN EL TRONCO DE UN ÁRBOL, UNA NIÑA…



Así que aquí tenemos dos desmadres de la historia que no perdona los pecados de la música



--el título olvidado y suplantado de una canción universal



--los nombres de los poetas y músicos creadores olímpicamente desconocidos



 La protesta angustiosa que enuncia la segunda estrofa de la canción, tiene vigencia firme, contemporánea.



Recuerden que no hay amor sin secretos ni creación sin dolor.



 moya/la habana



1987  



 

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