miércoles, 5 de marzo de 2014

CRONICA TEXTUAL (DIEZ)


LA REALIDAD ES MAS RICA QUE LA IMAGINACIÓN


Voy a describir exactamente lo que vivió mi familia esta tarde. Salí con Bilbao, amigo venezolano fotógrafo. Fuimos hasta la panadería. Allí estaban los de siempre. 

Estaciono el Mazda cerca de nuestra mesa. Saludo. Voy hasta la quinta del tío Tony para llevar dos cabezas de ajo. El Tío está viendo la retransmisión del desfile militar en conmemoración al primer aniversario de la muerte de Chávez. 

Regreso a la panadería. María me llama que Rogito va a salir de la fábrica junto a Johana que yo le diga una ruta viable.

Mijo esta mañana nosotros vinimos vía el distribuidor de El Trigal, por la Cabriales. Luego de cruzar el distribuidor cruza a la derecha por la calle del club Italo, sube hasta el colegio Patria Soberena.

El me interrumpe, sí yo conozco esa vía. Cortamos.

No podemos tomar marroncitos ni negritos ni guayoyos ni conleche, ni un carajo porque no hay leche. Le pregunto a Tovar si tiene una vía probada para yo indicársela al chamo. Le pregunto a Mazzariol y me dice que el distribuidor está abierto. Tovar me dice que es mejor que el chamo pase por debajo del distribuidor y siga hasta las canchas de basket. Ahí tiene que comer flecha y acceder a la Pocaterra, me explica.

Pero la Pocaterra tiene tres o cuatro barricadas en el tramo antes de llegar a Mañongo, le digo.

Que suba por la acera. Una de las guarimbas está en toda una entrada de garage.

Llamo a Rogito. Estoy en la Cabriales pero está cerrada, ya me estoy devolviendo. Por la Cedeño pienso llegar hasta la autopista.

Le digo que me llame cuando esté en la autopista. Detrás de él viene Johana en su carrito vino tinto.

Comentan, cuentan, dicen, hablan, especulan, inventan, aumentan y yo tengo el celular en la mano. Me levanto y camino mientras hago cálculos mentales de tres variantes para rescatar a Rogito. El carro lo dejaríamos estacionado en una calle o en una quinta de algún amigo, recuerdo a Israel, el gordo, pero está para Miami. Veremos. 

Llego a la calle Pocaterra. Han levantado una barricada  nueva con pedazos de árboles. Son mujeres del vecindario. Una vieja loca es la directora de la orquesta. Rogi no podrá entrar por esta vía. Estoy parado en medio de la avenida. Siento odio y me invade la vieja violencia de los años sesenta. Si le pasa algo al muchacho vengo y le doy candela a estas tres quintas con mujeres y perros y viejas y la madre de los tomates.

Junto a mi el motorista con su moto. El morral le cuelga del hombro derecho. Me vigila. Me estudia. Estamos frente a frente. Marco el número de mi hijo. ¿Por dónde vienes? Hay un peo. Estoy en la autopista. Veo dos tanquetas, voy a cortar. Tranquilo, le digo, tienes que continuar hasta las canchas.

Esta vaina de la Pocaterra está trancada. Te llamo. Cuelga.

El motorista no sonríe, me vigila. Sé que en el morral trae la pistola. Tiene cara de pistola este carajo. Lentamente me regreso hasta la panadería. Me siento. Los amigos me han visto,  saben que estoy nervioso, me preguntan, hacen itinerarios especiales para que mi hijo pueda entrar al ghetto donde estamos viviendo.

Cuentan la historia de la bandera cubana que se cayó del mástil en el aeropuerto. Les cuento que la bandera cubana actual la  llevó a Cuba un venezolano llamado Narciso López. Se asombran de la sentencia que le pusieron al pobre Narciso,  garrote vil.  Los cabrones gallegos se lucieron con la inquisición y el garrote y la matanza de indios.

Llamo a Rogito. Voy pasando el distribuidor por debajo del puente. Detrás mío hay peo con las tanquetas.(Escucho disparos en el teléfono) Sigue la vía mijo y no te pares. Tienes que llegar a la entrada de las canchas. En eso estoy, padre, cuelgo.

Me levanto y camino por la calle Naguanagua. Llevo el teléfono en la mano. Paso frente a la quinta del Tío Tony. Una cuadra. La acera no es elevada. Arrimo dos piedras junto al contén. Veo la marca de los cauchos y el trillo bien claro del cruce ya diario. Paso la Avenida Mañongo. En la esquina con la Pocaterra está la barricada grande. Tres muchachos cargan troncos y ramas para cerrar el paso por la acera. Mi amor, viene mi hijo y nosotros vivimos a dos cuadras, déjalo pasar, luego cierras. Ella va a permitir que el muchacho pase. Llega una camioneta negra, grande. Se bajan dos jefes. Pongan la guaya y el alambre de vacas, vamos, cierren esta vía. Que no pase ningún carajo por aquí.

Ya el Century está llegando. Camino rápido, abro la puerta y me siento con Rogito, mi hijo menor, el benjamín grandote, hombre de barba que maneja y me cuenta. 

Johana siguió para su casa. El peo fue exactamente cuando habíamos pasado. Un pelín más y quedamos en medio del tiroteo. Son las dos tanquetas de la guardia nacional y los muchachos a piedra y botella.

Pero ya estoy aquí, me siento en casa. ¿Qué hacemos? Devuélvete. Cruza a la derecha estamos frente al edificio donde vivía Miguel Angel. Cruza a la derecha, le digo. Se termina la calle, me dice Rogito, tenemos que devolvernos. No, los carros pasan por aquí.  Nosotros tenemos que pasar también. Me voy a bajar y te voy guiando. No des acelerones, hazlo todo muy despacio.

Me bajo y estudio los muros y las aceras.(Suenan las explosiones de las bombas lacrimógenas. Escucho disparos. Se acaba el tiempo. Cae la tarde)

A la derecha suave venga un poco mas,  frénalo y déjalo caer, eso es dale,  avanza, sí con el frente  del carro para el semáforo de la Pocaterra.

!Qué buen chofer es el cabrón! Me siento a su lado. Dale,  pasa el semáforo,  dale mas ahí, ahí es la entrada, sube la acera, ¿ves el trillo de los carros? Ya va, ya va, viejo estás  nervioso, me dice el muy cabrón.

El Century nada en las olas de los muros y las aceras, sube y baja, su motor ronronea  y ya estamos en la calle Naguanagua, es la calle que pasa frente a la quinta del Tio Tony, es la calle de la panadería. (Los disparos son en el distribuidor de El Terigal, a nuestras espaldas) 

Abro la puerta. Bajo del carro, nos damos la mano,  como amigos, como compañeros de una misma guerra. Yo le repico a tu madre, le digo, dale despacio que tú  conoces  ya el camino.

Me siento en la mesa de la panadería. Los amigos saben  que el carajito llegó sin novedad.

Y los otros carajitos? ¿De qué padres son los que tienen cita temible con los disparos y los gases lacrimógenos?


moya

valencia´2014

 

 

 

 

 


























































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