jueves, 20 de marzo de 2014

AYÚDANOS SAN JOSÉ, AYÚDANOS. (DIECIOCHO)



OTRA VEZ AL CAMINO. EL VIEJO Y TRILLADO CAMINO



María salió a las 11 de la mañana con su perrita Juno. Los animales miccionan  y defecan cada día. Los dueños sacan a sus mascotas para que orinen y caguen todos los días. 

María sale a las 11 de la mañana con su perrita y pasea frente al edificio donde vivimos. Dos motobanquistas se detienen y le preguntan por una dirección. Ella, cristiana de dar, dice la solicitada dirección. Uno de los malandros la aprisiona por detrás y la empuja contra un muro. El otro malandro le arranca la cadena con su dije. La cadena se clava en la piel del cuello antes de reventar por el eslabón más débil, como toda buena cadena debe hacer.

Otro empujón para que pierda el equilibrio. El dolor en la espalda y los brazos. El verdugón del cuello con su ardor creciente. El miedo y la cólera.

"Me asaltan, auxilio, malandros, no me empujes cabrón. Ladrones por eso hay que seguir haciendo guarimbas y barricadas. Vagos, cabrones voy a llamar a la policía..."

María ha gritado y se ha rebelado hasta el límite de sus fuerzas. Su cólera infinita no le llena la boca de insultos sustanciosos, bien  soeces. Nunca dice malas palabras. Carece de la práctica necesaria para ofender con eficacia a un ladrón drogadicto hijo de puta.

Ella ha tenido la rapidez necesaria para discernir que no debe sacar su blackberry de última generación. El celular está oculto en un bolsillo trasero del pantalón que carga.  Si exhibe el teléfono comete un grave error, porque le arrancan la mano y hasta la matan.

Los ladrones se alejan en su moto. María está rodeada por el silencio de la media mañana. Su perra adorada no ha emitido ni un solo ladrido.

Los vecinos que viven en la avenida Pocaterra, los moradores de El Trigal, los habitantes dela ciudad de Valencia, los miles de millones que pueblan al mundo, las policías, los ejércitos,  los  centenares de dioses que habitan las moradas olímpicas, todos todos son inútiles testigos siderales.

 

Es la segunda vez que atracan a María en nuestro barrio. Las dos veces mientras vigilaba la micción y la defecación de su perrita Juno.

Su perrita ha sido responsable, quizás sin saberlo, de que le hayan robado varios miles de Bolívares en oro y piedras. Le han robado también buena parte de su historia, un trozo de sus recuerdos familiares, muchos símbolos de el cariño de su padre, su madre, el marido, sus seres queridos.

 

En un contra sentido frustrante, Rogito y yo nos alegramos hasta las lagrimas porque los malandros no le hicieron daños irreparables, vaya,  que no le dieron un balazo o dos o tres o cuatro balazos,  según el nivel de droga que tuvieran durante el asalto.

 

Que  frustración y pérdida del amor propio y el orgullo humano ha de tener una sociedad,  donde sus miembros se alegran porque no los matan. Que me violen sí, que me roben mis pertenencias sí, que me ultrajen pasa, pero, por lo menos, que no me maten.

 

Fue el día de San José, dos días después de la caída de las barricadas luego de un mes de protestas. Un mes de muertos, destrozos, combates callejeros.

¿San José no sabe que hay un peo enorme en Venezuela?  Sus asesores o familiares no le informan de la crisis que estremece a Venezuela?

 

San José, compadre,  hace años protesta tu grey, inútilmente,   por la inseguridad en que vivimos,  cada día,  los corderos hijos de tu Señor.

 

San José, panita, hoy volvió a prenderse el peo por lo de el Alcalde de San Diego. La candela nos rodea y nos acosa el miedo. Vela por tu pueblo de San Diego, por el de Valencia. Mándale un rayito aunque sea a los malandros, a todos los malandros. Un mínimo rayito que los parta en dos.

 

Luego no quieren que uno grite y proteste.

Coño, compadre, es que no escampa.

 

 

moya

valencia 2014






























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