martes, 8 de octubre de 2013

LA LENGUA: EL ARMA MÁS IMPORTANTE DE UN VIEJO


Hablar es el mayor entretenimiento de los viejos. Cuando un anciano baja la cabeza y apoya la quijada en la empuñadura del bastón mirando al suelo, ese viejo está liquidado. 

 La cabeza baja mirando a la tierra que te espera, el silencio, la incomunicación por horas, son enemigos terribles de las personas de la tercera edad.

Un viejo conversador siempre tiene tertulia. Sucede que la edad acumula, en almacenes interminables, miles de vivencias patrimonio de cada persona mayor.

Si el viejo es hogareño, tranquilo, disciplinado cumplidor de las órdenes de su mujer y sus hijos, también tiene vivencias. Millones de naderías domésticas repletan sus almacenes de recuerdos. La tarde que se rompieron los platos de la vajilla de la suegra. El domingo, en la iglesia, que fue a tirarse un peito dulce, silencioso, inofensivo pero los garbanzos le jugaron una mala pasada y la explosión electrizó al sacerdote que invocaba al Señor desde el púlpito.

Los mujeriegos son especiales. Un mujeriego sin lengua, sin adjetivos sonoros para cualificar y describir a sus hermosas mujeres amadas, es un pobre diablo lleno de frustración. Cualquier otro viejo puede iniciar su particular historia de viejo amor,  y antes de que culmine su evocación ya es asaltada la concurrencia con  una nueva  historia del mujeriego. La dureza de los senos, aquellos muslos firmes, las nalgas redondas, la maldita suegra, el hermano que estaba en la policía.

La lengua del combatiente social es una lengua llena de pólvora. Siempre cuenta lo que él le dijo al esbirro, la vez que se le paró bonito al General, su interminable posición oposicionista ante toda injusticia, soy pobre pero honrado, yo sí me puedo afeitar cada mañana sin avergonzarme. 

Para el sabio, el regalador de consejos, la lengua es la sal de la existencia. Los golpes le han dado experiencia y la experiencia sabiduría.  El nieto, el amigo más joven, el hermano menor han de beber en esa dolorosa fuente de experiencia.

 

Las piernas no responden. Los brazos apenas sirven para sostener al pobre hombre. El humo del cigarro hace años atrofió su olfato. Las trompas de falopio endurecidas, o las membranas o lo que sea,  ya no funcionan y este viejo está casi sordo. Tiene cataratas.

¿Qué le queda con potencia casi juvenil?  La lengua.


Dos aclaraciones para mis lectores. Escribo y digo el pobre hombre, el hombre cuenta, etc,  pero sirve igual para las mujeres. Esa tontería de estar aclarando el género me encabrona sobremanera.

Segunda aclaración. Sé que la lengua, en los viejos, tiene tremenda importancia para otro uso supletorio.  Pero, en mi caso personal, desde muy joven, mi lengua ha sido un arma de uso múltiple y la considero mi mejor amiga.


Valencia/2013

Moya

 









2 comentarios:

  1. Saludos a tu amiga, me encantó...
    Mayda

    ResponderBorrar
  2. la lengua le ha salvado la vida a mi madre. De su reaccion han descubierto un cancer en el pulmon a muy buen tiempo. Lo que me ha hecho reconciliarme con ese musculo humano a quien tanto miedo le tengo., por aquello de que siempre se es amo de lo que se calla y esclavo de lo que dices.

    ResponderBorrar