CANCIÓN ANTE UN CADÁVER CASUAL
AL HOMBRE QUE FUE JOSÉ AFRODICIO CERVANTES VÁZQUEZ.
AL CADÁVER QUE ES.
Este hombre ha muerto.
Que pena derrumba su importancia traicionado como está sobre su muerte cierta.
Este hombre gestionaba un aneurisma
para dejar el escenario donde actuaba
como una marioneta.
Es una traición que se haya muerto
en la butaca del espectador
reclinado en la nuca su cerebro tranquilo
sin decir su último bocadillo con la vida.
Estaba perfectamente dormido cuando murió
este que traicionó su voluntad
(Los traicionados pierden --por eso es derrumbante la traición-- el derecho a organizar
su propio desmoronamiento.)
No ha quedado una marca
una seña segura de su viaje sencillo
a la butaca de descanso.
No ha quedado una señal
un recuerdo seguro
de la costumbre de un hombre
que ejercitaba su gimnasia
su largo descanso de cadáver.
Porque admiro su cuerpo ciertamente rígido
sobre la butaca donde ha quedado muerto
sin despertar de su letargo vespertino
es que cuestiono mi tristeza emparentada
con todos los hombres de la tierra
que no dejan de estremecerse
una y otra vez
ante un cadáver.
Pudo ser un potro salvaje adormecido
su cerebro dormido.
Quedó exigiendo una continuidad de centella
una perfumadísima revolución inconclusa
que no pasó de ser un acto clandestino
despidiendo la luz de una ventana.
Se me deshace este hermano que ya no tengo.
Es mentira la cruel tranquilidad de este hombre quieto.
No se puede llegar hasta él,
aislado como una margarita de cristal,
incomunicado como el perdón,
olvidado como la misericordia.
Quiero tocar su inmensa luz
en combate tremendo interminable
contra la oscura sombra que lo envuelve.
Su silencio decapitado de errabundo
Su soledad de amante inédito y confuso.
Su olvido de todos los recuerdos.
Su nada tonta y larga
infinita repetición de la nostalgia.
Fuera de mi imaginación él es un cuerpo
que no canta agradecido una canción
ni besa al mundo complacido
Estoy seguro de que este hombre muerto
mientras dormía frente a la tarde clara de su ventana
no se prolongará mas allá de su último sueño material.
La memoria construye la imaginación
y este cuerpo no podrá crear nunca podrá
porque no puede imaginarse una memoria
Tal ve, en un esfuerzo por robarle a la nada
un derecho irreverente y riesgoso
clandestinando una actitud rebelde,
entre sueño y vigilia,
en completo guerrear de suspicacias,
haya pensado tristemente
"qué ingrato sueño se destroza en mi ventana"
y se haya despedido
para siempre.
moya
morón/l975
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